El rosa vespertino que rodea al agotado sol,
la piel que en brisa se convirtió,
y se entrega entera, completa al vacío universal.
El sonido se hace mariposa,
las risas, duendes constructores de felicidad.
El rosa de nuestras mejillas al amar
el roce de la piel,
la brisa de aroma floral.
Los cuerpos que nos separan se vuelven inmensidad,
el pasado se evapora,
y en el otro lado del mundo la lluvia del presente
hace el mar del futuro.
No hay comienzo, no hay final
sólo la extraña energía que convierte
al invierno en primavera
el calor en fuego
a la tierra en árbol
a los pasos en camino
a los ruidos en música
al día en noche
al circulo en espiral.
Es bueno cerrar los ojos y entender porqué vivir una buena vida es vivir una vida llena de amor.
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